¿Deberían las empresas utilizar niños influencers en sus campañas de marketing?
MARCA PERSONAL Y REPUTACIÓN ONLINE
Hoy en día vivimos en una sociedad dependiente de las pantallas, donde la intoxicación digital llega a ser abrumadora. Es tal la influencia de los medios digitales que las empresas compiten por la atención. Actualmente la gente está informada y sabe lo que pasa en cada momento, por lo que a las empresas se les exige autenticidad y credibilidad, compromiso social y ético, y transparencia.
Además, actualmente hay una crisis de representatividad, lleno de tópicos (los políticos son todos corruptos, las empresas son mentirosas, los bancos unos ladrones, sindicatos traidores, etcétera).

¿Cuál es la clave para ser escuchados y no ignorados?
No se trata de ser guay o hacer lo que sea por vender más, sino de transmitir confianza para generar relaciones duraderas. La confianza es una apuesta a largo plazo que al igual que la reputación se pierde en cuestión de 5 minutos. Aunque dependiendo de la reputación, los errores pueden llegar a caer en el olvido.
No es ningún secreto que la confianza se trabaja siendo responsable y comprometiéndose con la sociedad, involucrándose con ella para crear relaciones estrechas. No debe utilizarse como una operación cosmética y superficial.
Las empresas saben que, una vez consigan la confianza del público, ganarán veracidad y obtendrán el derecho a ser escuchadas.

¿Cómo se gana la confianza?
Al vivir saturados de información, las empresas cada vez más están optando por trabajar la inteligencia emocional. De esta forma, aprovechando las circunstancias sociales, las empresas intentan humanizarse para poder conectar con su público y crear un vínculo a largo plazo de persona a persona, quitándose el traje lucrativo.
Las campañas que mayor atención atraen son las simples que entienden y usan las emociones de la sociedad. La herramienta más potente es contar una historia, ya que la sociedad se identifica con ellas directamente.
Influencers, generadores de confianza.
Las marcas han acudido en masa a personas influyentes, personas, famosas o no, con muchos seguidores en las redes sociales, durante años, con la esperanza de que su popularidad online incite a sus fans a comprar los productos que avalan.
¿El denominador común de los patrocinios exitosos de influencers? Likes y reconocimiento. Para vender bien un producto, la persona que lo promociona debe atraer al mercado objetivo de la empresa en ambos frentes.
El marketing de influencers no es nada nuevo, pero el advenimiento del marketing de redes sociales en la década de 2010 abrió la puerta a influencers de todas las formas y tamaños.
Niños influencers, de la cuna al sponsor.
Hoy en día, los niños influyentes suponen un poderoso impacto de marketing para muchas marcas de renombre. Estos atraen a adultos y otros niños cuando comercializan productos / servicios, convirtiéndose en creadores de tendencias persuasivos tan poderosos como cualquier influenciador adulto.

Ahora, grandes marcas están financiando lucrativas ofertas de patrocinio para niños pequeños y preadolescentes con muchos seguidores y sus propios perfiles verificados en YouTube e Instagram. Como resultado, los niños demasiado pequeños para crear sus propias cuentas en las plataformas se están convirtiendo en creadores de tendencias. Eso puede significar mucho dinero para las familias de los niños influyentes.
Los niños influencers generan grandes cantidades de dinero para ellos y sus familias, pero ¿a qué coste?
Un número creciente de niños influyentes (y sus orgullosos padres) se esfuerzan por obtener ganancias; padres que deciden monetizar a su hijo. Esto ha suscitado preocupaciones éticas razonables.
Al público no le gusta cuando se utiliza a los niños con fines de lucro. Además, cuando llevan tiempo en los medios y cada vez más empresas los explotan empiezan a perder credibilidad, vistos como marionetas que solo reproducen los discursos comerciales.

Esos padres están poniendo en punto crítico la marca personal de sus hijos, sin darles opción a elegir qué camino tomar ni poder controlar lo que dicen. A largo plazo, esos niños se verán marcados por su propia huella digital y afectados por el síndrome del juguete roto, donde las empresas ya no les prestan atención y toda la burbuja comercial en la que estaban sumergidos estallará dejándolos en un mundo totalmente distinto, y al que estaban completamente ajenos, influyendo así en su personalidad, relaciones sociales, estudios, y toda su vida en general.
Además, el ciclo constante de feedback e interacciones en redes sociales daña gravemente el cerebro de una persona adulta, generando adicción a la dopamina y destruyendo lentamente su tolerancia al odio y la crítica. Por lo tanto, es inimaginable lo que este ciclo le hace a un niño pequeño en desarrollo que creció sabiendo que Internet era la única realidad, con comentarios, acciones y acuerdos de marca inherentemente vinculados a su autoestima.
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